martes, 7 de junio de 2016

 LAS LEYENDAS URBANAS
Las leyendas urbanas son historias o cuentos extravagantes y fantásticos, pero lo suficientemente verosímiles, que circulan de boca en boca, adquiriendo así y sólo por ese hecho datos nuevos y matices personales de quien lo cuenta, como si se trataran de hechos verdaderos que tuvieron lugar en algún momento y sitio determinados, habitualmente dentro de una gran ciudad y siempre con relación a una de ellas. Una característica que por lo general las distingue es que es casi imposible encontrar un testigo directo del suceso narrado, por lo que prácticamente se corrobora la veracidad de lo dicho, o más bien en su caso, de lo visto, por medio de alguna fuente no verificable o dudosa, ya sea proveniente del primo lejano que llegó de visita de improviso, del chico del supermercado que no es especialmente observador, de un documental quizá de bajo presupuesto o experimental o de cierto programa de TV de muy baja credibilidad, etc. El Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), en su vigésima segunda edición, cuarta acepción, contiene el siguiente significado de la palabra "leyenda": "relación de sucesos que tienen más de tradicionales o maravillosos que de históricos o verdaderos".
El morbo, la superstición natural que nace en las personas de las cosas y acontecimientos, que tienen un semillero fértil en la imaginación del ser humano, así como el espíritu de atracción que provocan las leyendas urbanas en hombres, mujeres y niños son su principal base de sustento. Se puede considerar sociológicamente que las leyendas urbanas surgen de la necesidad de crear un imaginario urbano común, global, cada vez más parecido y aglomerado, a consecuencia del sistema de valores imperante en la actualidad (llámese capitalismo o globalización) y de los medios de transmisión masiva superveloces. Por lo mismo: la rápida difusión noticiosa y la gran dificultad para determinar el origen principal de los datos, hacen que Internet sea el principal punto de creación y distribución de leyendas urbanas en los últimos tiempos.
 
 













Ejemplos de leyendas urbanas:

1.- La casa de los Espejos
En Cádiz (España) en la parte antigua de la cuidad, cerca de la Alameda,frente al monumento del marqués de Comillas junto al mar se sitúa una antigua casa abandonada de la cual cuentan ser una casa encantada. En la casa de los espejos vivió un capitán de barco con su esposa y su hija; la hija le pedía a su padre que cada vez que volviese de algún viaje este le trajese un espejo.La hija fue creciendo y se convirtió en una bella joven, además era una hija ejemplar, ante tanta grandiosidad el padre solo tenía ojos para ella. Pasaron y pasaron los años y su padre seguía regalandole espejos llegando a tener una gran colección compuesta por espejos de muchos lugares del mundo. La madre ante estos caprichos y la poca atención que recibía por parte de su marido discutía día a día con su hija cuando este se encontraba de viaje, era tan grande la envidia que en uno de los viajes envenenó a su hija para así obtener la absoluta atención de su marido.
Al llegar el padre, su esposa le dijo que su hija había padecido una grave enfermedad y había muerto. El padre enloquecido no podía creer que su ojito derecho había muerto y arremetía contra todo, cuando entonces vio reflejado en los espejos la muerte de su hija y el envenenamiento por parte de su madre. Al saber lo que realmente ocurrió logró que su esposa confesara, fue encarcelada muriendo al tiempo; el esposo se marchó de la casa para no volver jamás. La casa desde ese momento hasta día de hoy continua inhabitada. Al entrar en esa casa un escalofrío te recorre el cuerpo y aveces se pueden escuchar llantos de una niña que fluyen desde el piso de arriba, donde se encontraba la habitación de la niña, la cual aun posee sus paredes cubiertas por espejos intactos que aveces dejan de reflejar tu reflejo. Varias personas que han estado al interior de esa casa y en la habitación de la niña a sensacion es realmente inquietante.  



2.- El viaje
 Los dos jóvenes luego de arrebatarle la cartera a la anciana descienden corriendo por la boca del subte, observan cuidadosamente al guardia y asegurándose de no ser vistos saltan los molinetes, corren escaleras abajo riendo victoriosos hasta llegar al andén y allí esperan. Estaban tan llenos de energía que no podían mantenerse quietos, como si sus pies no tocaran el suelo.
Agitados, movían sus cabezas tratando de ver si alguien venía por ellos, mientras sus manos temblorosas y sudadas se repartían el poco dinero robado uno de los dos arrojaba la humilde cartera a un lado de las vías.
Sienten una vibración intensa y un fuerte ruido, mientras ven la luz acercarse a toda velocidad uno de ellos dice aliviado: Ahí viene
Segundos después el subte se detiene delante de ellos como invitándolos a entrar.
Se apresuran a subir ubicándose en el último asiento del último vagón para no llamar la atención.
Escuchan la chicharra que indica la partida, las puertas se cierran y la máquina avanza, entonces uno de los jóvenes alardea: ¡Uh! Como zafamos, lástima que es poca guita.
A esto su compañero le contesta: No importa, ahora que bajamos hacemos otra y ya está.
En ese momento llegan a una estación pero el subte pasa sin detenerse, ellos no parecen darse cuenta, luego se levantan y esperan junto a las puertas.
Llegan a otra estación pero el subte tampoco se detiene, se inquietan, notan que no hay nadie en el vagón así que avanzan al siguiente, pero tampoco encuentran pasajeros, así corren a lo largo del subte vacío hasta llegar al vagón guía.
La cabina de conductor está cerrada, golpean y gritan pero nadie responde, patean las puertas pero no se abren, las ventanillas parecen selladas. Se desesperan, están atrapados.
Ven pasar las estaciones mientras gritan y hacen ademanes, pero la gente no los mira, no parecen notar la máquina que pasa sin detenerse.
Cansado, uno de ellos se sienta y le dice al otro que continuaba pateando las puertas:
-En algún momento vamos a llegar a la terminal y va a tener que parar.
-El otro lo mira y con tono preocupado le pregunta: ¿y si no para?
-El miedo y los nervios por no entender lo que ocurría los lleva a discutir entre ellos:
-¿Qué decís?
-¡Acá no hay nadie!
-¿Y quién maneja?
-Yo que sé ¿Y si choca?
Se miraron fijamente un momento en absoluto silencio y luego corrieron despavoridos al último vagón, creyendo que ese sería el lugar más seguro si el choque daba a lugar.
Se acomodaron a esperar el impacto, mientras el subte avanzaba, pero nada ocurría, se preguntaban:
-¿Cuánto falta?
-No sé
Pasaba el tiempo y la pregunta era la misma ¿cuánto falta?
Entonces uno de ellos dijo:
-Algo está mal.
Y no volvieron a hablar, temían hacer la pregunta porque ya sabían que nunca llegarían, que no habrían ningún choque y que el subte no se detendría.
La máquina aun avanza rugiendo incansable por los eternos y oscuros túneles, los jóvenes solo poden ver de tanto en tanto algún rostro lejano en alguna estación sin nombre.
Extraños que no los ven, estaciones que se vuelven cada vez más parecidas. Pero mientras las vías sigan extendiéndose delante de ellos solo les quedará esperar. 

Los dos jóvenes luego de arrebatarle la cartera a la anciana descienden corriendo por la boca del subte, observan cuidadosamente al guardia y asegurándose de no ser vistos saltan los molinetes, corren escaleras abajo riendo victoriosos hasta llegar al andén y allí esperan. Estaban tan llenos de energía que no podían mantenerse quietos, como si sus pies no tocaran el suelo.
Agitados, movían sus cabezas tratando de ver si alguien venía por ellos, mientras sus manos temblorosas y sudadas se repartían el poco dinero robado uno de los dos arrojaba la humilde cartera a un lado de las vías.
Sienten una vibración intensa y un fuerte ruido, mientras ven la luz acercarse a toda velocidad uno de ellos dice aliviado: Ahí viene
Segundos después el subte se detiene delante de ellos como invitándolos a entrar.
Se apresuran a subir ubicándose en el último asiento del último vagón para no llamar la atención.
Escuchan la chicharra que indica la partida, las puertas se cierran y la máquina avanza, entonces uno de los jóvenes alardea: ¡Uh! Como zafamos, lástima que es poca guita.
A esto su compañero le contesta: No importa, ahora que bajamos hacemos otra y ya está.
En ese momento llegan a una estación pero el subte pasa sin detenerse, ellos no parecen darse cuenta, luego se levantan y esperan junto a las puertas.
Llegan a otra estación pero el subte tampoco se detiene, se inquietan, notan que no hay nadie en el vagón así que avanzan al siguiente, pero tampoco encuentran pasajeros, así corren a lo largo del subte vacío hasta llegar al vagón guía.
La cabina de conductor está cerrada, golpean y gritan pero nadie responde, patean las puertas pero no se abren, las ventanillas parecen selladas. Se desesperan, están atrapados.
Ven pasar las estaciones mientras gritan y hacen ademanes, pero la gente no los mira, no parecen notar la máquina que pasa sin detenerse.
Cansado, uno de ellos se sienta y le dice al otro que continuaba pateando las puertas:
-En algún momento vamos a llegar a la terminal y va a tener que parar.
-El otro lo mira y con tono preocupado le pregunta: ¿y si no para?
-El miedo y los nervios por no entender lo que ocurría los lleva a discutir entre ellos:
-¿Qué decís?
-¡Acá no hay nadie!
-¿Y quién maneja?
-Yo que sé ¿Y si choca?
Se miraron fijamente un momento en absoluto silencio y luego corrieron despavoridos al último vagón, creyendo que ese sería el lugar más seguro si el choque daba a lugar.
Se acomodaron a esperar el impacto, mientras el subte avanzaba, pero nada ocurría, se preguntaban:
-¿Cuánto falta?
-No sé
Pasaba el tiempo y la pregunta era la misma ¿cuánto falta?
Entonces uno de ellos dijo:
-Algo está mal.
Y no volvieron a hablar, temían hacer la pregunta porque ya sabían que nunca llegarían, que no habrían ningún choque y que el subte no se detendría.
La máquina aun avanza rugiendo incansable por los eternos y oscuros túneles, los jóvenes solo poden ver de tanto en tanto algún rostro lejano en alguna estación sin nombre.
Extraños que no los ven, estaciones que se vuelven cada vez más parecidas. Pero mientras las vías sigan extendiéndose delante de ellos solo les quedará esperar.
Los dos jóvenes luego de arrebatarle la cartera a la anciana descienden corriendo por la boca del subte, observan cuidadosamente al guardia y asegurándose de no ser vistos saltan los molinetes, corren escaleras abajo riendo victoriosos hasta llegar al andén y allí esperan. Estaban tan llenos de energía que no podían mantenerse quietos, como si sus pies no tocaran el suelo.
Agitados, movían sus cabezas tratando de ver si alguien venía por ellos, mientras sus manos temblorosas y sudadas se repartían el poco dinero robado uno de los dos arrojaba la humilde cartera a un lado de las vías.
Sienten una vibración intensa y un fuerte ruido, mientras ven la luz acercarse a toda velocidad uno de ellos dice aliviado: Ahí viene
Segundos después el subte se detiene delante de ellos como invitándolos a entrar.
Se apresuran a subir ubicándose en el último asiento del último vagón para no llamar la atención.
Escuchan la chicharra que indica la partida, las puertas se cierran y la máquina avanza, entonces uno de los jóvenes alardea: ¡Uh! Como zafamos, lástima que es poca guita.
A esto su compañero le contesta: No importa, ahora que bajamos hacemos otra y ya está.
En ese momento llegan a una estación pero el subte pasa sin detenerse, ellos no parecen darse cuenta, luego se levantan y esperan junto a las puertas.
Llegan a otra estación pero el subte tampoco se detiene, se inquietan, notan que no hay nadie en el vagón así que avanzan al siguiente, pero tampoco encuentran pasajeros, así corren a lo largo del subte vacío hasta llegar al vagón guía.
La cabina de conductor está cerrada, golpean y gritan pero nadie responde, patean las puertas pero no se abren, las ventanillas parecen selladas. Se desesperan, están atrapados.
Ven pasar las estaciones mientras gritan y hacen ademanes, pero la gente no los mira, no parecen notar la máquina que pasa sin detenerse.
Cansado, uno de ellos se sienta y le dice al otro que continuaba pateando las puertas:
-En algún momento vamos a llegar a la terminal y va a tener que parar.
-El otro lo mira y con tono preocupado le pregunta: ¿y si no para?
-El miedo y los nervios por no entender lo que ocurría los lleva a discutir entre ellos:
-¿Qué decís?
-¡Acá no hay nadie!
-¿Y quién maneja?
-Yo que sé ¿Y si choca?
Se miraron fijamente un momento en absoluto silencio y luego corrieron despavoridos al último vagón, creyendo que ese sería el lugar más seguro si el choque daba a lugar.
Se acomodaron a esperar el impacto, mientras el subte avanzaba, pero nada ocurría, se preguntaban:
-¿Cuánto falta?
-No sé
Pasaba el tiempo y la pregunta era la misma ¿cuánto falta?
Entonces uno de ellos dijo:
-Algo está mal.
Y no volvieron a hablar, temían hacer la pregunta porque ya sabían que nunca llegarían, que no habrían ningún choque y que el subte no se detendría.
La máquina aun avanza rugiendo incansable por los eternos y oscuros túneles, los jóvenes solo poden ver de tanto en tanto algún rostro lejano en alguna estación sin nombre.
Extraños que no los ven, estaciones que se vuelven cada vez más parecidas. Pero mientras las vías sigan extendiéndose delante de ellos solo les quedará esperar. 
Los dos jóvenes luego de arrebatarle la cartera a la anciana descienden corriendo por la boca del subte, observan cuidadosamente al guardia y asegurándose de no ser vistos saltan los molinetes, corren escaleras abajo riendo victoriosos hasta llegar al andén y allí esperan. Estaban tan llenos de energía que no podían mantenerse quietos, como si sus pies no tocaran el suelo.
Agitados, movían sus cabezas tratando de ver si alguien venía por ellos, mientras sus manos temblorosas y sudadas se repartían el poco dinero robado uno de los dos arrojaba la humilde cartera a un lado de las vías.
Sienten una vibración intensa y un fuerte ruido, mientras ven la luz acercarse a toda velocidad uno de ellos dice aliviado: Ahí viene
Segundos después el subte se detiene delante de ellos como invitándolos a entrar.
Se apresuran a subir ubicándose en el último asiento del último vagón para no llamar la atención.
Escuchan la chicharra que indica la partida, las puertas se cierran y la máquina avanza, entonces uno de los jóvenes alardea: ¡Uh! Como zafamos, lástima que es poca guita.
A esto su compañero le contesta: No importa, ahora que bajamos hacemos otra y ya está.
En ese momento llegan a una estación pero el subte pasa sin detenerse, ellos no parecen darse cuenta, luego se levantan y esperan junto a las puertas.
Llegan a otra estación pero el subte tampoco se detiene, se inquietan, notan que no hay nadie en el vagón así que avanzan al siguiente, pero tampoco encuentran pasajeros, así corren a lo largo del subte vacío hasta llegar al vagón guía.
La cabina de conductor está cerrada, golpean y gritan pero nadie responde, patean las puertas pero no se abren, las ventanillas parecen selladas. Se desesperan, están atrapados.
Ven pasar las estaciones mientras gritan y hacen ademanes, pero la gente no los mira, no parecen notar la máquina que pasa sin detenerse.
Cansado, uno de ellos se sienta y le dice al otro que continuaba pateando las puertas:
-En algún momento vamos a llegar a la terminal y va a tener que parar.
-El otro lo mira y con tono preocupado le pregunta: ¿y si no para?
-El miedo y los nervios por no entender lo que ocurría los lleva a discutir entre ellos:
-¿Qué decís?
-¡Acá no hay nadie!
-¿Y quién maneja?
-Yo que sé ¿Y si choca?
Se miraron fijamente un momento en absoluto silencio y luego corrieron despavoridos al último vagón, creyendo que ese sería el lugar más seguro si el choque daba a lugar.
Se acomodaron a esperar el impacto, mientras el subte avanzaba, pero nada ocurría, se preguntaban:
-¿Cuánto falta?
-No sé
Pasaba el tiempo y la pregunta era la misma ¿cuánto falta?
Entonces uno de ellos dijo:
-Algo está mal.
Y no volvieron a hablar, temían hacer la pregunta porque ya sabían que nunca llegarían, que no habrían ningún choque y que el subte no se detendría.
La máquina aun avanza rugiendo incansable por los eternos y oscuros túneles, los jóvenes solo poden ver de tanto en tanto algún rostro lejano en alguna estación sin nombre.
Extraños que no los ven, estaciones que se vuelven cada vez más parecidas. Pero mientras las vías sigan extendiéndose delante de ellos solo les quedará esperar.
 

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